"Déjalo Sangrar"...y Déjalas Sangrar

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En su artículo Déjalo Sangrar: Manejando las Heridas Sexualizadas, Craig Chalquist escribe sobre el drama demasiado común de (principalmente) los hombres que "se conforman con parejas hacia quienes se sienten atraídos pero de quienes no están enamorados", y las razones probables para ello. El Sr. Chalquist pregunta:

¿Exactamente por qué un hombre que sabe que no tiene intenciones serias hacia una mujer, que sabe que ella terminará herida y enojada, que quizás hasta sabe que ella se da cuenta de su estado mental, decide estar con ella de todos modos? ¿Y por qué algunas mujeres toman la misma decisión?

De ahí prosigue a responder con una teoría muy interesante —aunque, para mi gusto, demasiado amplia— de "heridas sexualizadas", enfocada por completo en heridas tempranas y pensamiento mágico:

Con pavorosa persistencia, los hombres (y las mujeres) que se conforman con relaciones sexuales no apasionadas casi siempre fueron dejados con un corazón roto por un padre inaccesible en sus primeros años.

A pesar de ser cierto y enteramente válido, encuentro este artículo extremadamente peligroso en cuanto a que le otorga al hombre (y a la mujer) una justificación precisamente cierta y válida para su comportamiento actual basada en eventos pasados, totalmente pasando por alto lo más obvio: que para crecer y cambiar verdaderamente, uno debe encarar y asumir la responsabilidad de los propios comportamientos/actitudes dañinos del presente, reconociendo también las "agendas ocultas" y los posibles motivos actuales: deshonestidad, castigo, manipulación, odio hacia las mujeres, deseo de probar que efectivamente son el "sexo fuerte", deseo de un sentido de poder barato y momentáneo, etcétera —todo lo cual, por supuesto, puede estar válidamente contenido y abrazado bajo esta amplia teoría de "heridas sexualizadas". Y es ahí donde yace el peligro.

Aunque es cierto, por ejemplo, que un deseo de castigar a las mujeres podría venir de una herida muy temprana y el odio hacia mamá que resulta de ello, debemos darnos cuenta de que el castigo se está perpetrando en el presente, y el momento presente es donde el verdadero trabajo debe comenzar: el "aquí y ahora" es el único momento cuando el cambio verdadero puede ocurrir. Y aunque indudablemente desempeñaron un papel extremadamente importante en nuestro desarrollo, nosotros somos los únicos responsables de nuestras acciones y su impacto en nosotros y en los demás, y nosotros debemos hacernos responsables ante ello, no nuestros padres. ¿Hasta cuándo vamos a continuar actuando como niñitos castigados, culpando a nuestros padres por todas nuestras acciones malas o fallidas actuales? Aparentemente es más fácil atribuir nuestras acciones y el impacto (daño) resultante a una teoría de amplia cobertura y dejarlo así, en lugar de encarar el hecho de que estos hombres (y mujeres) en realidad están haciendo daño e hiriendo a otra persona conscientemente —al menos en algún nivel, especialmente cuando la persona que causa el daño ha tenido algún tipo de entrenamiento psicológico o de trabajo interno— y eso es algo que ninguna teoría de "heridas sexualizadas" podrá justificar jamás lo suficiente.

El Sr. Chalquist continúa:

Mientras tanto, a fin de cuentas tu pareja se larga, amargada por tu incapacidad para el amor o la intimidad; y tú, con tus propios estereotipos confirmados, tienes una carga fresca de desconfianza, resentimiento, futilidad y culpa ("¿Por qué siempre soy yo el malo de la película?") agregada a lo que de por sí cargas. Nada sana.

Después de eso el Sr. Chalquist prosigue a dar un montón de consejos sanos acerca de lo que uno debe hacer al respecto:

Mira hacia adentro, observa de la mejor manera posible ese agujero en tu corazón, y déjalo sangrar. Haz uso de cualquier cosa que te ayude: un diario, ejercicio, libros de autoayuda, arte, música, buena terapia, recursos espirituales, amigos comprensivos. No seas un mártir, no regreses los golpes, no sobreanalices, no te quejes...

De nuevo, sugerencias perfectamente válidas e indudablemente útiles. Pero desafortunadamente no menciona cómo debe uno manejar, o lo que uno debería hacer, con el verdadero impacto sobre —no las reacciones resultantes de— la otra persona; es decir, el sangrado del otro. Esta falta de reconocimiento para una parte tan importante da a entender, en mi opinión, que el Sr. Chalquist cree que ése es problema del otro. El daño ya está hecho, así que todo el asunto debe ser olvidado con la otra persona, y uno debería "ponerse a trabajar" en el asunto solo y con uno mismo. En cierta forma parece estar diciendo: "Déjalo sangrar, y deja que la otra persona sangre por su cuenta." O bien, "Yo estoy sangrando, por lo tanto no puedo ser responsabilizado de cualquier sangrado que yo te cause a ti. Todo lo que tengo que hacer es dejar que mi propia herida sangre."

Sin embargo, al final afirma con alegría:

Haz esto y llegará el día en que mirarás dentro y encontrarás que el agujero se ha cerrado, el pensamiento mágico se ha silenciado, el dolor se ha desbaratado convirtiéndose en energía, y las heridas sexualizadas se han secado.

Si no por la presencia de estas cosas, entonces reconocerás ese día por una ausencia: la ausencia del tipo de parejas hacia quienes solías sentirte atraído, y quienes solían sentirse atraídas por ti.

Cómodo contigo mismo estando solo, quizás entonces te sientas listo para comenzar una relación que sea de verdad.

Con unas afirmaciones tan decididas, uno no puede más que suponer que él mismo ha tenido esta experiencia. (¿Es así, Sr. Chalquist?) Uno también puede suponer que él considera que las relaciones fallidas no son "de verdad". Sin embargo yo me pregunto, ¿cómo puede alguien —cualquiera— aspirar a tener una relación "de verdad" mientras pasa por alto completamente su propio impacto en el otro, con el otro, independientemente de si la relación termina o continúa a un nivel diferente?

Tal actitud habla de una manera egoísta de "crecer" mientras se deja a los otros a su alrededor sangrando por su cuenta. Y nadie puede crecer plenamente sin hacerse responsable ante el daño que uno le causa a otros. Nada sanará por completo hasta que asumamos la completa responsabilidad de nuestras acciones y su impacto. Nada sanará hasta que nos digamos la verdad, no importa cuán brutal sea.

Ésta es precisamente la actitud de "depredador" a la que hace referencia Clarissa Pinkola en el capítulo 2 de su libro Mujeres que Corren con los Lobos:

Una persona predatoria abusa del jugo creativo de una mujer, tomándolo para su propio placer o uso, dejándola en blanco y preguntándose qué sucedió, mientras que ellos mismos se vuelven de alguna manera más vigorosos y robustos.

Como mujer que ha pasado por esta experiencia, creo que tal actitud en los hombres es precisamente una de las principales razones por las que las mujeres nos sentimos enojadas con ellos —independientemente de las propias heridas tempranas de la mujer. Para las mujeres, dicha actitud habla de cobardía y falta de responsabilidad. (Responsabilidad = la voluntad y la habilidad de responder.) He escuchado repetidamente a las mujeres (incluyéndome a mí misma) expresarse después de experiencias similares: "Primero me conquistó y luego me dejó, sin ninguna explicación más que 'no estaba preparado'. ¡Qué cobarde!", u otras frases similares con un contexto similar. Cualesquiera que sean sus motivos o razones, el modus operandi del depredador es usualmente el mismo: le hablará a la mujer de amarla —no de desearla sexualmente, sino de amarla, el punto "débil" de la mayoría de las mujeres— posiblemente mencionando sus "planes" de vivir o casarse con ella, obteniendo mientras tanto gratificación sexual, para finalmente desaparecer de su vista con las menores explicaciones. ¿Puede acaso el sangrado y el enojo de una mujer después de tal experiencia ser atribuido exclusivamente a sus propias heridas tempranas y pensamiento mágico? Difícilmente. La mujer "se larga" amargada, sí, pero no por la "incapacidad para el amor o la intimidad" del hombre, como lo afirma el Sr. Chalquist. Ella se va amargada por el comportamiento del hombre y por su incapacidad de hablar con la verdad, incluso a sí mismo. Como dice la Dra. Pinkola:

La engañosa promesa del depredador es que la mujer se convertirá en reina de alguna manera, cuando de hecho se está planeando su asesinato.

Resulta obvio que el depredador es particularmente peligroso cuando se trata de un experto entrenado en asuntos psicológicos o algún tipo de trabajo interno, lo cual lo capacita para saber —conscientemente o no— cuándo y cómo una mujer puede ser manipulada, así como para manipular sus propias "razones" para herirla y luego ignorar todo el asunto, al menos en apariencia, y al menos con ella. Citando a la Dra. Pinkola otra vez (del capítulo 10):

Si quieres matar algo, simplemente pórtate frío con ello. En cuanto uno se congela en sentimiento, pensamiento o acción, la relación no es posible. Cuando los humanos quieren abandonar algo en ellos mismos, o abandonar a alguien a su suerte, los ignoran, les retiran la invitación, los dejan fuera, hacen hasta lo imposible para no tener que oír su voz o posar la vista en ellos.

Y como una de muchas posibles respuestas a la pregunta del Sr. Chalquist, "¿por qué algunas mujeres toman la misma decisión?", otras citas más del libro de la Dra. Pinkola:

Muchas mujeres han vivido literalmente el cuento de Barba Azul. Se casan siendo aún ingenuas en cuanto a los depredadores, y eligen a alguien que resulta ser destructivo para sus vidas. Están decididas a "curarlo" con amor. De alguna manera están "jugando a la casita". Se podría decir que han pasado demasiado tiempo exclamando: "En realidad su barba no es tan azul." (Capítulo 2)

Y:

Cuando está muy hambrienta, una mujer aceptará cualquier substituto que se le ofrezca, incluyendo aquéllos que, como placebos, no hacen nada por ella, así como los destructivos y los que ponen en riesgo su vida, que la hacen perder horriblemente su tiempo y sus talentos, o exponen su vida a peligros físicos. Es el hambre del alma lo que hace que una mujer elija cosas que la harán bailar alocadamente fuera de control —y demasiado cerca de la puerta del verdugo. (Capítulo 8)

Para las mujeres, la respuesta yace en su fuerza interior. Ella debe buscar sus propias maneras de nutrirse a sí misma, de alimentar su alma a fin de no necesitar aceptar más substitutos baratos y caer en la trampa del depredador tan fácilmente. Y aunque el hambre original provenga de una herida temprana, ella debe buscar soluciones en el presente, en su ser actual, y no en el pasado, reconociendo su hambre y sus consecuencias responsablemente, y no inculpando.

Por otro lado, me atrevo a sugerir que si un hombre está cansado de atraer mujeres "enojadas" a su vida, primero se examine seriamente a sí mismo, pues es muy probable que él mismo les esté causando ese enojo, especialmente cuando tiene este tipo de actitudes/comportamientos y se rehusa a asumir verdaderamente la responsabilidad del daño que está causando a estas mujeres "enojadas".

La teoría del Sr. Chalquist es ciertamente parte del problema —y ofrece excelentes soluciones para parte del problema. Pero hay mucho más trabajo por hacer en muchas otras áreas, además de las heridas tempranas y el pensamiento mágico, a fin de ser capaces de tener una relación. En mi opinión, sería un error considerar su teoría y las soluciones que sugiere como un "curalotodo" para las relaciones fallidas.


© 1998 por Cheryl Harleston

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