Las Palabras Sagradas traspasaron la tormenta, enviando fortaleza a los cazadores. El calor del aliento del Gran Misterio evitó que los hombres se congelaran. Muchos de los hombres atrapados tuvieron visiones de los Espíritus de los Ancestros construyendo fuegos a su alrededor, y de túnicas invisibles de búfalo que eran colocadas sobre ellos para protegerlos del amargo frío.

Cuando los cazadores volvieron a casa y dieron a conocer las experiencias místicas que habían experimentado en sus momentos de necesidad, los Ancianos sonrieron. Ellos conocían el poder de las Palabras Sagradas: el intento que esas palabras llevaban había llegado más allá de las restricciones físicas de la realidad.

Uno de los Ancianos asintió y dijo: "No hay límites para la asociación entre los humanos y el Gran Misterio. Nuestra fe y nuestro intento, acoplado con la gracia ilimitada del Creador, hacen de cualquier situación que parezca imposible, un desafío que podemos superar."