Tomado del libro Mujeres
que Corren con los Lobos,
de Clarissa Pinkola Estés
Traducción de Cheryl Harleston
Cierta noche cuatro
Rabinos fueron visitados por un ángel, quien los despertó
y los llevó a la Séptima Bóveda del Séptimo
Cielo. Ahí ellos contemplaron la Rueda Sagrada de Ezequiel.
En algún punto en el descenso de Pardes, el Paraíso, hacia la Tierra, uno de los Rabinos, habiendo visto tal esplendor, perdió la cordura y vagó mascullando y espumajeando hasta el fin de sus días. El segundo Rabino se volvió cínico en extremo: "Ah, yo sólo soñé la Rueda de Ezequiel, eso fue todo. Nada sucedió realmente." El tercer Rabino hablaba interminablemente sobre lo que había visto, pues estaba totalmente obsesionado. Ofrecía discursos sin parar acerca de cómo todo había sido construído y lo que todo ello significaba...y de esta manera perdió el camino y traicionó a su fe. El cuarto Rabino, que era un poeta, tomó en sus manos papel y carrizo y se sentó junto a la ventana a escribir himno tras himno alabando a la paloma verpertina, a su hija en su cuna, y a todas las estrellas del cielo. Y vivió su vida mejor que antes. |
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